viernes, 11 de febrero de 2011

2. Hayley: Traslado.

La casa dónde íbamos a vivir, era más grande que la de Nápoles. Sólo llegar a la calle Vía Corso de Génova, vi que todas las casas eran iguales, de color blanco y la fachada oscura; tenían grandes ventanales, y grandes puertas. Nuestra casa era la número 12. Un gran jardín vallado nos daba la bienvenida, con sus flores bien cortadas y sus árboles fruteros que se veían entre los trozos de la valla, y eso me hizo pensar que la calle tenía un jardinero propio, con llaves, que te cuidaba las flores y los árboles de la casa. Vi de reojo como el camión de mudanzas, que llevaba algunas maletas, papeles de papá, cuatro muebles, mi Vespa de color azul de edición limitada y la moto de Ángelo, aparcaba detrás de nuestro coche. Al parar el motor, bajé la primera, y me arreglé el vestido de flores con las botas de tacón marrón que había decidido ponerme esa mañana. Cogí mi bolso a conjunto con las botas, y me dirigí a la casa. Maxi vino detrás de mí.
-Es enorme, ¿eh?
-Sí-me contestó- ¡yo quiero la habitación del desván!
Se fue corriendo a mamá a decírselo otra vez.
-No. Ahí pondremos la sala de juegos y la lavadora y la secadora…
-Pero yo quería…
-Aún tienes ocho años. De momento, mando yo hasta que te vayas de casa. Tú dormirás en la habitación de delante de tu hermano.-le enseñó los planos de la casa que había llevado entre las manos todo el viaje, señalando dónde estaba su habitación.
Mi padre, cerró el coche, y se sacó del bolsillo las llaves de la casa, y nos dio las copias a Ángelo, a mí y a mamá. Luego, se fue a la puerta y abrió la que daba al jardín. A pasar, pude apreciar que había una mesa con sus 6 respectivas sillas barnizadas. En ese momento, el sol estaba al otro lado de la casa.
-Ése ventanal, es de nuestro dormitorio.-todos miramos hacia arriba. Las persiana estaba bajada- y el de al lado, es el tuyo, Maxi.
La puerta de entrada de la casa estaba a la derecha, y a la izquierda de ésta, había otra ventana. Mi padre respondió a mi duda señalando hacia allí:
-Ése es mi despacho.
Al entrar en la casa, había una entrada ya amueblada con una mesa antigua y una planta, y cuatro cosas más con una puerta al lado derecho que estaba entreabierta.
-Esta puerta es un armario para colgar los abrigos cuando lleguemos. Ahora no hará mucha falta pero cuando llegue el frío, será muy cómodo.
La puerta del lado izquierdo supuse que llevaría al despacho de papá. Cuando salimos de la entrada, entramos en la sala de estar. Tenía un aire todo de antiguo con un toque moderno. Era muy grande, con un gran sofá dónde te podías estirar y Maxi no tardó en hacerlo. Había una gran televisión de plasma de unas 60 o 70 pulgadas. Todo el suelo era de parquet. En un pequeño rincón había una puerta que debía ser el baño, y cerca de ésta, otra puerta que ponía:”garaje”. Al fondo de todo, había una puerta de cristal corredera que dejaba pasar todo el sol de mediodía. Al acercarme, vi una amplia cocina y una gran mesa para comer. Detrás de la puerta, vi una piscina, sillas para tomar el sol, una sombrilla…y todo el suelo recubierto de hierba verde y bien cuidada. A la izquierda de todo del salón, había las escaleras que llevaban al piso de arriba.
-Hayley, tu habitación es la del fondo del pasillo, y Ángelo, la tuya la de la derecha.-dijo mi madre.
Así que subí las escaleras, y pasé por las habitaciones. La primera a la izquierda, era el baño de Maxi y Ángelo. Después, más adelante, y también a la izquierda, estaba la habitación de mi hermano pequeño, y al lado, el dormitorio de mis padres. Delante de éste, el baño que les tocaba a ellos. Al lado de éste baño, estaba la habitación de Ángelo, y, al fondo de todo, mi habitación, con mi baño al lado. Al entrar, me quedé fascinada. Todo era luz que venía de un ventanal enorme con unas simples cortinas (las persianas estaban subidas). Pero ese ventanal salía fuera de la casa casi. Era en forma de medio círculo, con un sofá en el que echarse a mirar la puesta del sol al atardecer. Mi cama era de matrimonio: un sueño que en Nápoles no había conseguido nunca. Un gran escritorio vacío y listo para ser llenado de papeles, mi ordenador y mi impresora estaba a un lado del ventanal. Los colores eran suaves en aquella habitación, con tonos grises claros y blancos, todo amueblado como quería del catálogo del IKEA. Y, cómo no, al otro lado de la cama, en la pared, había dos puertas juntas correderas. Cuando las abrí, sonreí. Era mi armario. Era un pasadizo lleno de colgadores para la ropa y estanterías, y al final de todo, un sitio para poner todos mis zapatos, y otro estante para mis joyas y accesorios. Además, estaba todo lleno de espejos y luces. Oí un ruido fuera. Era Maxi.
-Mamá dice que vayas a por tus maletas.
-Te doy 10 euros si me las traes tú.
-Vale.
Y se fue corriendo a por mis grandes, pesadas y cargadas maletas. Cuando acabó, estaba exhausto, pero sonrió cuando le di su recompensa. Al irse, entró mi madre, Isabella.
-¿Qué te parece, cariño?
-Es preciosa. Gracias, mamá.
-De nada. Estoy abajo, por si quieres algo. Vamos a pedir una pizza.
-Vale, gracias.
Y me dejó sola. Miré mis 6 maletas. Miré mi armario. Había mucho por hacer.
El deshacer las maletas me llevó toda la tarde. Ni siquiera comí la pizza que habíamos pedido. Como no tenía nada que hacer, decidí hacer una vuelta por ahí. Me fui a mi armario, lleno de ropa, zapatos y complementos;  me decanté por algo plano en cuanto a zapatos. Me puse mi camiseta de tirantes gris con un corazón, unos shorts y un pañuelo gino en el cuello, y mis converse altas negras. De pulseras, me puse una de tachuelas de Diesel.  Me dejé el pelo medio rizado tal y como estaba. Luego, fui a los bolsos; cogí uno de mis favoritos: uno gris, que se podía colgar o llevar a la mano, con algún detalle. No me gustaban los demás bolsos de Gucci y mi madre acertó al conseguirme este bolso de edición limitada de Gucci con tan solo 200 existencias en el mundo, edición 2010. Puse todas las cosas en el bolso. En el lavabo me pinté la raya de abajo y me puse algo de base. Bajé por las escaleras con rapidez y dije:
-Voy a dar una vuelta. Vuelvo enseguida.
-Vale pero no…
Ya había cerrado la puerta. Empecé a andar…Milán se parecía bastante a Nápoles. Solo se diferenciaban en que una no tenía mar. Vagué por las calles hasta que me cansé, y busqué un bar donde parar a tomar algo. Y lo encontré: Starbucks. Era acogedor, así que entré. Miré en todas partes en busca de algún sitio libre; y no lo había. Fui dando vueltas hasta que, después de haber visto las mismas caras 6 veces, 2 caras en concreto me llamaron la atención. Eran dos chicas, bien vestidas a mi gusto, que tenían un cierto parecido a las que había visto éste mediodía. Las miré un rato más. En efecto, eran ellas.

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