sábado, 5 de febrero de 2011

1. Hayley: Nostalgia.

Milán. Cuando oí el nombre dentro del coche me sobresalté. Allí es dónde íbamos; aún no entendía por qué teníamos que mudarnos allí. Bueno, en verdad sí que lo sabía: por el trabajo nuevo de mi padre. Le habían asignado esa ciudad para hacer los negocios de la empresa para la que trabajaba. Parte de mí quería empezar en un sitio nuevo, pero había otra que estaba asustada por el hecho. Yo era de Nápoles, un lugar costero, lleno de gente, caluroso en verano y frío en invierno. Había dejado allí a todos mis amigos, aunque los que realmente me importaban se podían contar con los dedos. Milán, en cambio, estaba en el centro de Italia. Eso no me gustaba porque a mí me encantaba el mar. Ir a la playa desde Milán iba a ser más complicado. En Nápoles, mi casa estaba delante de la playa; en verano, bajaba las escaleras traseras de mi casa con mi bolso y mi toalla, y ya estaba allí. Para cuando volvía de ella, tenía una ducha nada más entrar en la terraza trasera, así no manchaba nada.
Al entrar en la ciudad, hasta las calles más lejanas estaban a rebosar de gente que a mediodía acababa su jornada laboral matutina. Saqué mi bb del bolsillo, con su funda verde pistacho, y miré la hora. Eran las 12:31 del mediodía. La calle donde nos íbamos a instalar, se llamaba Via Corso de Génova, aunque no tenía muy claro qué número era. Hoy, en teoría empezaba las clases en el colegio nuevo, Instituto di Brera, y aunque mi madre me hubiera dejado los papeles del colegio en mi mesita de noche, no me los había ni mirado. Tenía a mi hermano mayor al lado, cabreado con mis padres por el traslado; había tenido que dejar a su novia de Nápoles, y se había pasado todo el viaje callado. De golpe saltó:
-¿No hemos llegado ya?-dijo a regañadientes-estoy harto del coche, joder.
-Ángelo, compórtate y cállate-dijo mi padre.
-No.
-¿Qué parte de que te calles no has entendido?- le espeto.
Ángelo y yo no teníamos mucha diferencia de edad; apenas un año, pero eso hacía que Ángelo se sintiera mayor que yo. Siempre discutíamos por todo, pero es que no lo soportaba. Iba de listo y guapo, y más de una amiga mía se había llevado un disgusto con él. Ángelo era guapo. Era el típico rubio de ojos claros con un buen cuerpo. Jugaba al rugby en la escuela a la que íbamos antes. Era un chico perfecto. Pero se lo creía demasiado a veces.
-A mí no me hables así.
-Ángelo y Hayley, callaos los dos, que despertaréis a Maxi.
Maxi, era como llamábamos a nuestro hermano pequeño, de 8 años, que se había quedado dormido después del largo trayecto, aunque su nombre completo era Massimiliano. Maxi, no se parecía a mi hermano mayor. Era morenito tirando a rubio ceniza, con algún mechón rubio. Tenía el pelo corto, pero se había encaprichado en dejárselo largo por detrás.
Pasó un rato, y mi padre nos dijo que tenía que ir al despacho dónde trabajaba, a dejar cuatro cosas.
-Así, pasaremos por el colegio dónde haréis bachiller. ¡El Instituto di Brera!
-Será fantástico, y es el mejor colegio de Milán.
-Genial- dije.
Ángelo permaneció callado.
Mi padre se estuvo en ése despacho más de hora y media. Nos asamos dentro del coche al principio ya que mi madre no sabía cómo poner el aire acondicionado de ése coche. Acabamos a gritos y despertamos a Maxi, cosa que no le gustó mucho. Luego, éste apretó el botón del aire correcto, ya que había visto a papá hacerlo y todos nos alegramos bastante por dentro de que corriera el aire. Vino al coche mi padre con unos cuantos papeles que dio a mi madre, encendió el coche y fuimos a nuestro instituto. Volví a sacar mi Blackberry para consultar la hora: las 2. En ésos momentos estarían saliendo todos los estudiantes. Al llegar, vimos que era un instituto enorme con muchísimos estudiantes saliendo de él. Había de todo: jugadores de fútbol, de básquet, chicas con papeles en los brazos y bolsos (y con sus bb)...gente de todo tipo. Pero lo que me llamó la atención de verdad, eran dos chicas que iban de las últimas, una con una blusa blanca, unas mayas tejanas y unos botines, y la otra iba con unas medias negras y una falda tejana. Llevaba unas botas Ugg. Pude apreciar con dificultad que la de la blusa llevaba un bolso de Gucci. Me sorprendió, y esbocé una sonrisa.
-Mamá, ¿cuándo iremos de compras?-me miré la ropa que llevaba.
-Pero hija, ¡si tienes 6 maletas llenas de ropa! ¡Y encima son de las grandes! Ni siquiera cabía una en el coche y las llevan todas en el camión de traslados.
-Tengo mucha ropa para cada época del año, y me prometiste la habitación del armario grande, ¿lo recuerdas?
-Sí cariño, sí.
En Nápoles, tenía una habitación bastante pequeñita, y para escoger mi ropa tenía que subir al desván dónde guardaba toda mi ropa. Ángelo hizo una mueca y dijo por lo bajo algo sobre mí que no llegué a escuchar.
-Tú, sea lo que sea lo que estás diciendo, cállate la boca.
No me importaba en absoluto lo que pensara Ángelo; me iba a quedar la habitación del armario grande igualmente.

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